Vamos a pensar un plan para el fin de semana…

La familia Martín González vive en el centro de Madrid donde en verano hace un calor insoportable. Pero no pueden irse de vacaciones a la costa, porque los padres, José y María del Mar, todavía trabajan. Solamente tendrán vacaciones dentro de un mes. Sus hijos, Cristina y Daniel, ya no tienen clases en el colegio y pasan los días en la piscina municipal en compañía de unos amigos.
Madrid en verano parece una sartén y sus habitantes prefieren no salir a la calle sin necesidad. En la ciudad a finales de primavera se abren las piscinas municipales al aire libre, donde los madrileños y a veces los turistas que visitan la capital española y no se esperan tanto calor, pueden bañarse, tomar el sol, comer algo ligero y tomar un refresco, un zumo o una cerveza. El problema es que los fines de semana todos quieren ir a la piscina y allí simplemente no queda sitio.
La familia Martín está reunida en la cocina con el aire acondicionado puesto, pensando en cómo pasar el fin de semana. Cristina, la hija de la pareja, propone ir a algún sitio de la costa en tren.
CRISTINA: Mamá, ¿por qué no nos vamos a la playa? Compramos billetes para el AVE y en unas horas estamos ya allí. Te acuerdas de cómo estuvimos el año pasado en el Puerto de Santa María, ¡qué bien nos lo pasamos! Nos bañamos, montamos en bici, hicimos vela, comimos en los chiringuitos y nos pusimos morenos en tres días, creo. Ya no somos pequeños y nos divertimos solos, incluso por la noche. Podréis descansar tranquilos, papá y tú. Me encantó como nos salió todo el verano pasado.
MADRE: Uy, hija, necesitaremos reservar un hotel y ahora es temporada alta. Está todo llenísimo y muy caro. ¿Y si nos vamos al pueblo a ver a la abuela?
CRISTINA: ¡Qué aburrido, por favor! ¡Vamos a hacer algo interesante!
MADRE: ¿Qué me dices de un picnic? Preparamos bocadillos, llevamos fruta, queso, un poco de jamón, algunos huevos duros, en fin, comida. Y algo de postre. Y también algo para hacer deporte, raquetas de bádminton, un balón, un platillo. Salimos por la mañana y por la noche ya estamos de vuelta.
CRISTINA: Mamá, quiero una aventura de verdad. Tengo una idea brillante, ¡nos vamos de acampada! Sacamos las mochilas, los sacos de dormir, la tienda de campaña antigua de papá y nos vamos dos días a la sierra.
MADRE: ¿A dormir en el suelo? ¡Cómo se te ocurre! Y los mosquitos… Y no tendremos agua potable… Ni ducha… Ni hablar…
PADRE: Chicas, tengo una solución. Un amigo mío tiene una caravana y nos la puede dejar prestada. Así tendremos una acampada, pero con comodidades.
CRISTINA: Una caravana… ¿qué es exactamente?
PADRE: Es un coche grande que parece una pequeña casa, tiene cocina, baño y literas plegables. La de mi amigo creo que tiene incluso televisión y una ducha y una pequeña nevera. Así que no necesitaremos termos con café ni huevos duros, prepararemos la comida en la cocina.
MADRE: Pues, eso me parece mejor idea… Me lo pensaré…